Recíproco.

Yo siempre he creído que no pertenezco a la edad del siglo 21
cada vez que me acuerdo de que yo viví en la época del amor a los amores,
de mucha música “vieja” y salidas a visitar algunos ojos que inspiraban poesías,
y no porque haya estado vigente fisícamente,
pero más que nada
mi corazón siempre ha dicho presente.
Pensando en vino pisoteado y poemas que se han quedado en el anonimato,
me acuerdo de cuando te regalé tu primera serenata
y todavía nadie me lo cree…
quizás porque por amor
ya nadie utiliza las máquinas del tiempo.

Y que fui yo…
Sí…
Era yo la que se escondía detrás de la canción de la despedida,
Y que aunque nunca te he dicho adiós
no era más que la necesidad de que te asomaras a la puerta de madera enjaulada y caminaras dos pasos,
para verte la cara y saber que aún tenías los mismos párpados;
y tres,
para tocarte y que mis manos te besaran,
y que aunque no lo sintieras,
al menos en sueño
algún día me lo devolvieras;
que era yo la de los sonidos dentro de las cuerdas que vibraban
para que cantaras la canción aunque no te la supieras,
pero porque a algún sentimiento bonito te devolviera y quizás así no se te olvidara mi nombre.
Ojalá que no se te hayan olvidado al menos los acentos que no lleva!
Ojalá que aún teniendo yo tu memoria, no se te haya olvidado mi nombre!

Que todavía seguía siendo yo la que se guardaba entre todas las personas que se asomaron para escuchar lo que no se oía
y a los que todos optaron por ignorar
porque aunque no me veías;
eso de serenatas,
solo lo digeríamos tú y yo,
o como gritaban los periódicos,
“a petición de un público muy reducido”,
tu corazón que ha sido el mío.

Fui yo la de la idea de colarme entre la voz que le presté a mis necesidades;
a la gran necesidad de seguirte cantando
aunque fuera a través de canciones a las que le falté el respeto por regalártelas,
porque muchas eran de olvido,
otras fueron de tristezas,
la mayoría de cosas que ya pasaron,
y yo todavía sigo programando la siguiente emancipada.

Soy yo la del vestido azul que nunca me viste estrenar,
la de los ojos de colores por cada una de tus emociones,
la de los pies que descalzos,
caminan solo para estar a tiempo en el recital con las galletas de melancolía pero bonitas,
aquella que se pinta alas para volar hasta donde no estés
y creerte ahí
para que nazcan arcoiris,
y brinquen los pajaritos que lo adornarían,
porque por amor uno se imagina y termina creyendo tantas cosas…

Yo la del corazón que no se peina,
la del alma desarreglada
la de la mirada rompecabezas
la que te canta serenatas,
y que no es ella.
Sino los violines del concierto por televisión,
el piano recién limpiado de aquel bar que juraría que está en altamar,
mi último cd,
mi final atrevimiento por atentar contra la vida de esta guitarra,
que me pide aunque no le convenga,
que te toque una más.

Entiendo que sigo siendo yo la que hoy escribe,
la que hoy acepta que las palabras no le pertenecen
por eso de que en los libros también aparecen;
pero la que hoy admite que se siente genio
y no que por magia aparezca las cosas,
sino porque por eso
a lo que todavía le llaman sentimientos;
haya suficiente espacio para tu próxima serenata.

Todavía sigue tocándome la puerta
la primera;
en el teléfono...

No me esperes.
Siénteme.


MT//



/mood: en español: en algunos años atrás…
/listening to: Tito Rodríguez- Cuando ya no me quieras.