Infusión.

A pesar de las contradicciones y los tantos sentimientos a medio vaso,
yo creo que la intrínseca necesidad que tengo de recordar y mirar atrás es porque debo ser mazoquista.

En estos días, donde he calculado muchas ecuaciones que no me dan ni substituyendo a x ni a y, he pensado que todo lo que he vivido ha sido mi “culpa”, y que por lo tanto; yo soy responsable de todo lo bueno o malo que me ha tocado acatar como ley regular en este sistema de cosas.

No es una queja ni un desacierto decir que ahora mismo no quiero hablar de poemas, ni de cuadros, ni del arte que profano; ni de ti que me partiste en momentos con un “antes y después”; pero esos son otros cuatrocientos noventa y nueve con noventa y nueve pedazos.

Y debe ser porque no tan sola estoy que todavía me siento sola y las cajas llenas de papeles borrachos me esperan; guardadas como si por alguna razón, esas palabras volvieran a su etapa inicial: el cumpleaños número 15, la tarjeta del estúpido San Valentín (quizás más estúpido todavía porque solo la tarjeta de amistad subrayada me acompañaba), los papelitos de una butaca a otra, las notas esporádicas para ser pasadas en limpio luego después, cartas tímidas que de la verguenza se ahorcaron; cartas de placeres ahumados que nunca caminaron, que nunca corrieron, que tristemente nunca lo harán.

Hoy es uno de esos días donde extraño perder el tiempo, y necesitar cosas que no cambiaban el sol por la tarde, sentarme en el parque del nunca jamás, quizás de la misma manera, no salir de ahí, quizás con gente que me observaba más que simplemente mirarme.

Yo no sé porque me hacen falta cosas que según los esporádicos, se regeneran con el tiempo. No sé como me hace falta quizás llorar por amor, o reir por su ausencia artística; como ansío recurrir a aquellos ciclos en que la vida me era tan estúpida pero más que todo divertida.
Y no es que ahora no lo sea; pero ya acepté que es verdad que los sapos no bailan flamenco descalzos.

Trato de ahogar mis dudas y mis miedos en los bolsillos, ellos que rotos; han colado la filosofía y el desacuerdo mental de mis decisiones de que si valdrá la pena o no seguir con el mismo nombre.

No quiero seguir cambiando (a pesar de que traslación y rotación se toman su vino), no tengo porque seguir perdiendo cosas (incluyendo momentos y ese único corazón), pero el hecho de seguir adquiriendo y buscando nuevas, me acuerda cuando por primera vez me apreté las manos y decidida; en aquel circo, entré a una casa fantasma; y aquel recorrido; con este que estoy viviendo, me recuerda a la paradoja de la reencarnación.

Quiero enamorarme de las cosas que me incitan a pensarlas, quiero recurrir al color para hablar de los sentimientos y de los pre-ámbulos que se acercan, quiero inmiscuirme en lo que no me importa y que termine gústandome más que los brownies, quiero querer porque sí y no porque el alma tenga sed y se haya acabado el jugo de limón con poca azúcar.

Quiero tantas cosas que al final solo quiero un día más y que me permitas aprender a cantar sin que me oigas, que te baste mirarme y que sepas que esta melodía que me baila en las entrañas no es más que este miedo de perderte sin tenerte, y que me duela, pero que de todas y tantas maneras me guste.

Me consuela saberme viva y que por eso tengo mucho miedo. No quiero aferrarme a unos mensajes, a alguna que otra llamada telefónica, a mis ansias, a mi escasez de compenetración, a mi falta de tacto muchas veces para enfrentarme a las cosas, y no se si cosa que termina llamándose amor.

He visto muchas fotos, he visitado bajo el ticket express de la memoria, muchos lugares que me devuelven mi segundo nombre, “mejores” amigos, “amigos” por siempre, “siempre” y cuando el tiempo sea parte de la estática y el pelo no crezca, ni yo me coma las uñas, y todavía no se termina el mundo, para los que creen en la destrucción del totalitarismo.

Es un día de aquellos donde la convicción sale de paseo, y la esquemática sensación de que las cosas aunque no tengan explicación tienen sentido y la realidad virtual de lo que veo que llega pero que no logro tocar.

Entonces me desesperan los pájaros que le cantan al amor, los helados que se comparten sin ser de un mismo sabor; las serenatas que se escuchan en la radio, los programas de televisión que no hacen más que recordarme que las telenovelas no solo se cocinan en la pantalla chica.

Y me pregunto si es necesario perder cosas y quizás sentimientos, para adquirir otros; o solamente aprender de todo sin necesidad de tomarle las clases gratis a la vida.

Hoy me haces falta aunque por ti me haya tomado mis pastillas para la gripe; no tolero esta soledad que me propicias cuando me dices que “estás” y no puedo darte el beso empañado de ilusión que me regalan las buenas noches, de seguro por eso mis ojos se niegan a dormir sin antes pestañar con la esperanza de leer tus “Te quiero” aunque no lo vea en colores, ni lo sienta erizado.

Pero esto es así; querer sin usar el reloj y doblar a la izquierda de las circunstancias nos inyecta la adrenalina para digerir la pastilla de que estamos vivos, y que no hay nada imposible cuando se descubren tesoros que se creían escondidos.

No por hobbie tanta gente se enamora.
Tiene que ser cierto, que con los kilómetros, y los sueños que toman aviones, la ilusión se ingerta un último pelo de cordura, se viste de blanco y aromatize girasoles para luego comprar medio cuarto de la luna y componer canciones y escribir historietas como estas.

Ya sé que no tengo sueño.
Cuando te pienso se me congela el tiempo y me imagino sentada a tu lado, viéndote mirar al techo y yo con papel en mano escribiéndote, que cuando te duermas colocaré debajo de tu almohada, así sea con el deseo interno.

Es todo por el momento…
No quiero que aunque no esté entre planes;
se me olvide quererte.



MT//



/mood: tired.
/listening to: Gustavo Cerati- Bocanada.mp3