Friday, October 26, 2007

Secuela.



A veces uno no dice adiós porque sí con acento
o porque no, porque no lo lleva.
Son muchas los intentos de mover las manos para recoger del café, la taza sin la soledad,
como conversaciones quizás que no se mezclan con azúcar barata
y salen a caminar sin permiso entre eso que uno nunca entiende,
pero que sabe que le termina diciendo adiós con el sí con acento o con el no porque no lo lleva.

De chiquita me fue difícil despedirme de las cosas.
Digo de las cosas porque es la edad en la que todo tiene un color en específico.
Hasta las personas pueden ser azules si son frías, y rojas si se apasionan aún siendo viejas como chiquitas.
De grande me cuesta el mismo sacrificio de cordura y aceptación para mover mis manos y lograr dicho acto.

De chiquita sabía que aunque dijera adiós no lloraría por mucho tiempo.
De grande ya no lloro, porque lo siento como si todavía estuviera chiquita,
y quizás me duele más porque ya no puedo aparentar ser en ventaja una niña,
sinó que me queda el papel como si en realidad no pasara de los siete u ocho años.

Nunca he podido decir adiós con las manos.
Quizás porque nunca lo he intentado con el corazón, o con la forma que yo creo que tiene;
porque debe ser una cosa de manuales.
Quizás porque creo que como de niña,
nadie iba a romperme mis juguetes sin razones;
porque una nunca me ha sido suficiente;
a menos que no menos que girasoles,
recibiría en intercambio,
sólo porque son mis flores favoritas.

He pensado que el corazón es como un juguete.
No porque lo menosprecie.
Al contrario;
para mí los juguetes nos enseñan y nos permiten practicar sin herir a nadie,
a como cocinar historietas, a como hacernos héroes creando la leyenda,
a hacer y ser artistas aunque sea con la intención;
a reir aunque no se deba, a llorar cuando tenemos que montar el acto en contención.
Y me pregunto si acaso es ese todo el propósito.
Esa cuestión del aprendizaje que no nos explican en la escuela.

Y nos enseñan a sumar, pero no a calcular;
nos ayudan a ser “mejores”, pero no a considerar la derrota para aprender a levantarnos.
Nos educan bajo un sólo corazón, que se cree bueno y capaz,
olvidándonos del otro, que grita porque ya no sabe llorar,
el por qué nunca aprendió en la escuela que también esto de vivir era un arma de doble filo.

Sí con acento…
Porque a veces creemos que estamos vivos, y solamente estamos aprendiendo a decir adiós,
como yo de chiquita y mis siete u ocho años.

Hablo por mí porque no sé como conjugar tu nombre sin que aparezca el adverbio en pasado,
así como fotos en blanco y negro que tomaron el autobús a la parte de arriba de mi closet;
por el momento con ticket solamente de ida.
Y nunca me preguntaron por condición o si realmente yo así lo quería,
ni del por qué yo seguía escuchando esas canciones tristes como si tú no estuvieras.
No les contesté porque con el sí acentuado, asentí con la frente y les dije que tú ya no visitabas mis noches de luna llena;
pero que mi corazón te seguía sirviendo la cena.

Entonces entiendo por qué no sé decir adiós.
Si utilizo cemento con mis sentimientos.
No me olvido de mi lengua y sus asurros porque sí con acento.
Hago constancia de que tengo un corazón que se enamora del color de las cosas,
como el azul y el rojo.
Que encuentra sin buscar, porque ama sin la pregunta;
porque ama y como todo el que sabe por qué lo hace,
no averigua si alguna vez tendrá final;
porque estas cosas que se sienten sin tocarlas,
se siembran con fé aunque no espere cosecha.
Se abona con desprendimiento aunque duela quedarse uno medio tuerto de la razón,
se evoca como tal coro de ángeles celestiales,
aunque quizás no exista el cielo ni tal melodía;
pero uno se lo imagina…
A veces con complejo de artista…

Como los duendes y sus casas gigantes por la emoción,
como los niños, o yo de chiquita,
que pensábamos que todo tenía un comienzo y jugar sin tiempo pero con decisión era normal,
como yo con siete u ocho años que todavía no he aprendido a decir adiós.

Porque alguien me dijo que amar no es sentimiento…
Sinó una decisión.



MT//



mood: pensive.sad.
listening to: Bebo Valdez y Diego "El Cigala"- Niebla del Riachuelo.mp3

1 comment:

Gabriel del Gottó said...

Amar es la mayor de las apuestas... la mayor de las dictaduras, y sobre todo el vicio mas arriesgado

 
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