Tuesday, January 22, 2008

Nombre.


Las imágenes más sorprendentes me vienen a la cabeza cuando te siento y creo que estoy pensándote.
Es increíble como asocio contigo,
las cosas más pequeñas encima de la mesa del televisor;
de cuadros por ejemplo,
que se cuelgan imaginándote cerca,
sentada yo en la sala compartiendo la nostalgia con los muebles que una vez fueron tus amigos,
bebiéndome un refresco rojo pintado de ron barato
emborrachándome con los besos que alguna vez se hicieron los locos,
y hoy se pintan en mi paladar,
como si el rojo del refresco no fuera suficiente,
y ellos en camaradería,
sirviéndose como merienda rutinaria de las 3 de la tarde.

Es verdad que son esas pequeñas cosas,
como la inyección de la cita mensual con el doctor,
que se conmemoran para toda la vida;
la que uno vive cuando puede llegar a los pies y cortarse las uñas sin tener que estirarse las ganas,
y la que alimenta en la cabeza del que puede asegurar que ama,
y en la mía porque ciertamente estoy hablando de cuando alguna vez fuimos más que dos.

Me acuerdo que nunca entendí como llegué a diferenciar la ansiedad de la necesidad
de contar las veces que limpiabas tus lentes,
de cuando te sentabas postrado al frente cuando tenías que discutir algún tema de la actualidad,
de todas las ocasiones en que te observaba respirar
y me parecía a vida que tu olor y el secundeo de tu corazón
hicieran al mío brincar de alegría,
sin la cuerda y en puntillas.

Te esperé.
Lo hice porque quería comprobar que no me había enamorado de la conversación,
de las declaraciones infectantes del “Cuanto te extraño...”,
de la aspiración a comprar juntos los próximos tickets del cine,
de doblar mano a mano las sábanas de la cama,
acomodando las almohadas para no dejar huellas,
de que nada,
absolutamente nada,
había pasado.

Lo recuerdo porque nunca te lo dije.
No me acordé de dejar el sueño en la gabeta que tiene como regla suicidarse con candado.
Yo te esperé y no entiendo donde dejé los zapatos con los que quería recibirte;
echando de menos esa sensación de seguridad que me prestaban.
Porque aunque mi alma estaba descalza,
te esperaba con esos zapatos para caminar en la distancia,
para que me re-escribieras de nuevo esos sueños,
pensando que el control de la televisión podía compartirlo contigo.

El chance me ganó la carrera.
Sí,
llegaste;
pero ya no sé si prefieres que te llamen por tu apodo.

Nunca te dije que me sentía orgullosa de tí.
Porque entre tanta encrucijada en la que baila el mundo,
contigo esas pequeñas cosas que tanto ensucio
se interponían en el gran cuadro de la vida,
y eran ellas las que me devolvían la necesidad de saber amar,
sólo si podía hacer germinar en sentimientos todo lo que me producía imaginarte sentado a mi lado,
con tus manos rotas de emanar amor,
y ansiosas de ser curadas con una que otra caricia inesperada.

La historia, para la que el destino no necesita abogado,
es otra.
Llegaste y a fin de cuentas no recuerdo si realmente fuíste tú,
o mi deseo envuelto en papel de regalo barato
pensando que en mi toque de realidad podían existir párrafos como los anteriores,
emancipando el amor innato de aquellos tontos como yo,
que creen que algún día,
como en alguno de esos cuentos fantásticos,
si lloverá café...

Te esperé y mi asombro se sentó de piernas cruzadas encima de las posibilidades reales...
Autista, debo aclarar,
con el corazón y su eterno dolor de cabeza.
Quien sabe ahora si quizás borracho,
mi subsconciente aún te espera,
donde nunca has de llegar con tus lentes sucios,
(porque ahora entiendo que nunca fuíste tú sinó mi deseo)
sólo que ahora ya no prende mi televisión sin control...




MT//



mood: nostalgic.
listening to: Armando Manzanero- Aquel señor.mp3

1 comment:

Miss Undestood said...

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.

por que llevo a serrat en las venas y tus letras me hicieron recordar lo hermoso recordar...

 
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